
"Salud Mental, Tierra y Espíritu: Un Enfoque Integral desde la Cosmovisión para un Desarrollo Sostenible en la Cumbre Global de la Salud Mental".
En el marco de la Cumbre Global de la Salud Mental, es imperativo reconocer que la salud no se limita al bienestar individual, sino que está profundamente entrelazada con el entorno natural, las estructuras sociales, la justicia climática y las cosmovisiones culturales que dan sentido a nuestras vidas. Hoy, más que nunca, debemos entender que la salud mental colectiva está en crisis no solo por factores psicológicos o sociales, sino también por la degradación del medio ambiente, el cambio climático y la pérdida de conexión con la naturaleza y con nuestras raíces culturales.
El desarrollo sostenible y sustentable no puede ser pensado únicamente en términos económicos o tecnológicos. Su dimensión humana y espiritual es fundamental. Cuando destruimos ecosistemas, contaminamos ríos, deforestamos bosques o agotamos recursos, no solo comprometemos el futuro físico del planeta, sino que también fracturamos el equilibrio emocional y espiritual de las comunidades. Numerosos estudios han demostrado que el contacto con la naturaleza reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y fortalece la resiliencia psicológica. Por el contrario, vivir en entornos degradados, expuestos a desastres climáticos y a la inseguridad ambiental, incrementa los niveles de ansiedad, depresión y otros trastornos.
El cambio climático, lejos de ser solo un fenómeno físico, es también es una crisis de salud mental. Las personas que enfrentan sequías, inundaciones, desplazamientos forzados o la pérdida de sus tierras experimentan duelo ecológico, angustia climática y desesperanza existencial. Este fenómeno afecta especialmente a los pueblos indígenas, comunidades rurales y poblaciones vulnerables, cuya identidad y bienestar están profundamente ligados al territorio, la forma en que cada cultura entiende su relación con la naturaleza, el tiempo y la vida.
Las cosmovisiones en muchas culturas, la Tierra no es un recurso, sino una Madre, un ser vivo con el que se mantiene una relación de reciprocidad. Esta visión no es solo poética, sino profundamente terapéutica: promueve el respeto, la armonía y la responsabilidad colectiva. Integrar estas perspectivas en las políticas de salud mental y desarrollo sostenible nos permite construir sociedades más resilientes, compasivas y equilibradas.


Por eso, en esta Cumbre Global de la Salud Mental, proponemos este eje transversal de desarrollo sostenible, medio ambiente, cambio climático, cosmovisión y cultura, entendiendo que:
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La salud del planeta es la salud de las personas.
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La sostenibilidad no es solo técnica, sino ética y espiritual.
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El conocimiento ancestral es clave para enfrentar las crisis
contemporáneas.
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La salud mental colectiva requiere sanar también la relación rota con la
Tierra.
Urge promover políticas públicas que integren la salud ambiental y la salud mental, que reconozcan el valor de los saberes tradicionales, que fortalezcan la conexión con la naturaleza desde la infancia y que aborden la angustia climática como una emergencia psicosocial. Solo desde una visión holística, que honra la diversidad cultural y la interdependencia de todas las formas de vida, así podremos avanzar hacia un desarrollo verdaderamente sostenible y humano.
De otro lado, la carga económica de los trastornos mentales es significativa:
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Pérdida de productividad: La depresión, la ansiedad y otros trastornos mentales están entre las principales causas de baja laboral, presentismo (trabajar con bajo rendimiento) y discapacidad.
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Costos directos e indirectos: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada dólar invertido en tratamiento de salud mental genera un retorno de hasta 4 dólares en mejor salud y productividad.
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Impacto en el PIB: En muchos países, los trastornos mentales podrían costar millas de millones anuales en pérdida de productividad y gastos en sistemas de salud.
La salud mental es parte fundamental del capital humano, un pilar del desarrollo económico sostenible.




